Hoy son
cuatro meses sin Spinetta, todavía no me acostumbro a esa tristeza. En realidad
hay demasiadas tristezas a las cuales no me acostumbro, y a pesar de que todo
se aprende no creo que la capacidad para sobre ponerse a las pérdidas sea algo
que se adquiere tan fácilmente como los valores de las tablas de multiplicar.
De todas
formas la belleza infernal de las perdidas es la posibilidad del regreso, la
vuelta de un amor puede ser incluso mejor que el amor primigenio o puede
también borrar todo lo precioso de la evocación melancólica. Siempre los
recuerdos nos mienten el relato, esconden lo que realmente sucedió. En medio de esos pensamientos y aunque suene
difícil de creer para algunos, se me ocurre que la música tiene a veces tanto
poder como para vencer a la muerte y para vencer a la irremediable realidad. Aunque
sea solamente por tres minutos.
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